El gato egipcio, en contra de lo que podríamos deducir por su nombre, es una especie originaria de Canadá. Recibe también el nombre de “gato esfinge” o “sphynx”.
Lo primero que nos llama la atención de este gato es su falta de pelaje, lo cual se debe a una mutación genética que sufrió en la década de los 60 del pasado siglo XX, en Canadá. A raíz de ello, los criadores de perros decidieron mantenerlo como raza con esta peculiar característica.
El cuerpo del gato egipcio es de tamaño mediano y musculoso, con el pecho redondeado. Su cabeza es triangular, con pómulos que sobresalen, nariz corta y ojos en forma de limón. Muy características son sus orejas, muy grandes y anchas en la parte de abajo. El cuello es largo y ligeramente arqueado, muy musculado.
Las patas, aunque no muy largas, son musculadas y robustas, siendo más largas las traseras que las delanteras. La cola proporcionada en relación al cuerpo en cuanto a longitud, y muy delgada, ancha en la base y más fina en el extremo.
Los gatos egipcios son muy pacíficos y sociables, afectuosos e inteligentes, con una gran curiosidad hacia todo lo que les rodea.
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