No hay duda de que el descubrimiento de la penicilina significó una auténtica revolución en el mundo de la medicina, marcando de hecho un antes y un después. Como todos sabemos, la penicilina es un antibiótico que combate los procesos infecciosos provocados por bacterias.
El descubridor de la penicilina fue Alexander Fleming, científico nacido en el año 1881 en la ciudad de Darvel, en Escocia.
Fleming había ya descubierto, en el año 1922, la lisozima, una enzima que se caracteriza por dañar las células bacterianas, y que es muy abundante en el cuerpo humano, encontrándose en diversos puntos del mismo, como las lágrimas, la saliva, los leucocitos, el plasma o los cartílagos.
En el año 1928 Fleming descubrió la penicilina, y, aunque hizo público su descubrimiento, éste no levantó mucho entusiasmo ni muchas atenciones por parte del colectivo científico.
En el año 1930 se lograron las primeras curas con penicilina, que no fueron publicadas pero le procuraron a Fleming la adhesión de prestigiosos colegas. En el año 1941, tras diversos estudios que llevaron a la purificación de la penicilina, el fármaco empezó a ser aplicado en enfermos y las compañías farmacéuticas GlaxoSmithKline y Kemball Bishop se mostraron enseguida interesadas en obtener la patente.
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